Edit. Lamás Medula, 2020

PRÓLOGO

Madre Siberia: memoria de un viaje por “el mundo Yasan”.

María Rosa Lojo

Sorprendentes, agudas, desolladas, veloces, las metáforas de Laura Yasan son la zigzagueante columna vertebral de su escritura. Crean miniuniversos que colisionan, echan chispas, se destruyen, engendran desde sus esquirlas otros nuevos. El entrevero es su marca de fábrica, la apuesta por la reunión de los extremos, la paradoja, la sinfonía chirriante del asombro y el desconcierto.

Pero no se trata de puros experimentos lúdicos, meros lujos de las vanguardias.

Leerla, lacera. Lastima los ojos que tocan sus palabras, como quien se quema con hielo. Así es su Madre Siberia: centro del imaginario, cuna geográfica y simbólica del ser.

De la madre Siberia vienen los antepasados entrañables, la identidad, las “muelas resentidas de tiritar” inscritas en el ADN, las formas de negociación con la vida despiadada, ese veneno que se contrae con el solo nacer (“Madre Siberia II”).

Pero el veneno (fármakon, en griego) es también remedio. El hielo preserva/conserva a los muertos y a los vivos. Todos ellos, vástagos de una violencia ancestral que siempre se renueva. Descolocados, desplazados en la “casa de huéspedes” que es más bien una morada inhóspita, buscan el amor que podría suturar el desamparo, el vacío entre los vínculos. Ese amor emerge de la subjetividad herida como una “ciencia oculta”, se define como la “flor de cactus” capaz de subsistir aun sin agua. Sin embargo, a veces “no es más fuerte”. A veces es lo imposible, lo absurdo: “la distancia entre un alce y un tobogán”. O, en una remake verdaderamente insólita de la figura de Cupido, también es ese “insecto pequeño que desova en los corazones distraídos y se va.”

Madre Siberia plantea continuamente el “mal/estar” de la existencia, “cadena perpetua” de una cotidianeidad en lucha incesante contra la descomposición. La cara frente al espejo, bajo una luz meridiana donde la sombra desaparece y el sujeto también. Esos días de “paraquévivimos”, “cuando existir nos desfila en los ojos como una pordiosera”.

Ecos de Hölderlin retornan en un gran poema (“a cuánto la hora”) sobre otra temática obsesiva: el tiempo. Ese, que trabaja durante el día “de mucama a tiempo completo”, o de mecánico engrasado hasta los dientes para poder pagarse el tiempo nocturno de un rey. El que de noche “pule su corona” y en las mañanas “agita una alcancía disfrazado de ciego”. En cualquier caso, somos minituristas, “en clase económica”, sacando fotos, juntando souvenirs, que “paseamos por la vida en vacaciones de la muerte”.

A las innovaciones imaginativas y los saltos sintácticos habituales en todo el libro se unen, en los últimos poemas, estrategias peculiares de distribución espacial que ciertamente nos remiten a procedimientos vanguardistas. Los poemas dibujan con maestría ciertos núcleos semánticos de su propio mensaje: el globo terráqueo, una quebrada, un libro, un árbol de Navidad, unas raíces. Fiel a sí misma hasta el final, no por eso la poética de Yasan “divierte” con esas maniobras, en el sentido etimológico de “divertir” (apartarse de lo pesado y lo penoso). No distrae, no dispersa, sino que cala más hondo, profundiza.

en el mundo Yasan”, dice el poema de este título, hay siempre incomodidades, sucesos inesperados, peligros. Las “fronteras movedizas”, “vacíos espontáneos”, “desprendimientos”, provocan quizás –apunta con ironía–, que los viajeros pasen de largo, que “nadie se quede a vivir” ahí. Pero el tránsito por ese mundo es una aventura y un vértigo que sus lectores nómades no podrán olvidar.

Madre Siberia

busco mi herencia de huérfana legítima

en las aguas del báltico

en el brillo de los samovares

los colores del aire en la estepa

se quien soy

rusia en un camarote de tercera

un pivot entre el hambre de ayer

y el idioma extranjero de mañana

se quien soy

el mismo hitler me trajo a esta tierra

desde antes de nacer escapo de los pogroms

sigo ubicándome cerca de las puertas

soy europa del este clavada en el atlántico

polka tango mate vodka

trostky evita gelman maiakovsky

una estrella amarilla en el brazo derecho

una roja en la frente

se quien soy

lo escribí en las paredes de esta casa

que construí de mi costilla

para nunca olvidar

Madre Siberia II

compré un piyama el día de tu muerte

para estrenar el tiempo sin vos

la oscuridad sin vos

el aire debería ser más puro

el oxígeno menos necesario

es un veneno que contraje

con mi sólo nacer

un insecto que avanza

por las zonas umbrías con patas de titanio

pagué distancia en metros bajo tierra

toneladas de mármol que te oculten

madre

en el mundo yasan

todas las calles son diagonales que desembocan en un paredón

los días son titanes desocupados

el tiempo cambia todo el tiempo

las noticias del resto de los mundos se amontonan

frente a una puerta pequeñísima

como encomiendas sin abrir

el mar es un recuerdo que se rompe

contra los dientes de la ciudad

los mayores peligros en el mundo yasan

son las fronteras movedizas

los vacíos espontáneos

y los desprendimientos

a los viajeros no les importa

nadie se queda a vivir en este mundo